A sus 45 años, Sonja Semyonova, una mujer canadiense residente en Vancouver, asegura haber encontrado una conexión emocional tan intensa como inesperada: no con una persona, sino con un árbol de roble. Tras años de desilusiones amorosas, Sonja afirma que su relación con este árbol ha llenado un vacío que el amor humano no pudo colmar. Así nació su identidad como ecosexual. c5x5r
Todo comenzó en 2021, en plena pandemia, cuando se mudó a Vancouver y adoptó el hábito de hacer caminatas diarias por un sendero cercano a su casa. Fue entonces cuando notó algo distinto al pasar junto a un imponente roble:
“Estuve caminando por un sendero cerca del árbol cinco días a la semana durante todo el invierno. Noté una conexión con el árbol. Yo mentiría en contra de eso. Había un erotismo con algo tan grande y tan viejo que me retenía”, expresó al Daily Mail.
@bodystoryteller Just a reminder from my tree and me to enjoy what you enjoy and don’t worry if someone thinks you’re strange. #beyourself #loveyourself #beweird #stayweird #pleasure #pleasureheals #nature #ecosexuality
♬ Morning Dew – ratio 11
Aunque su experiencia despertó reacciones divididas en redes sociales, Sonja insiste en que no se trata de una atracción sexual literal, sino de una conexión profunda, simbiótica, incluso erótica, pero más ligada al respeto y la iración que a lo físico.
“Existen similitudes entre el sexo con las personas y el erotismo que los ecosexuales sienten con la naturaleza, pero no son lo mismo”, explicó.
Para Sonja, el concepto de ecosexualidad no busca escandalizar, sino invitar a repensar la relación que tenemos con el entorno natural. Según ella, muchas personas ya son ecosexuales sin saberlo:
“Todos somos ecosexuales en cierto grado. Sentimos placer al caminar por la naturaleza, al viajar a parques nacionales, al hacer un picnic. Es una forma distinta de experimentar el mundo”.
El término ecosexualidad fue acuñado en 2008 por las artistas estadounidenses Elizabeth Stephens y Annie Sprinkle, quienes en 2011 redactaron un manifiesto que propone explorar el erotismo a través del vínculo con la Tierra.
“Hacemos el amor con la tierra a través de nuestros sentidos. Celebramos nuestro punto E. Somos muy guarros”, señala el documento.
Aunque pueda parecer excéntrico, el movimiento invita a reflexionar sobre el impacto que nuestras emociones, deseos y decisiones tienen sobre el planeta. Y en el caso de Sonja, su historia sugiere una idea poderosa: cuando el mundo humano decepciona, tal vez la naturaleza aún pueda ofrecernos una forma de conexión auténtica.